"(...) las casas de moda y algunas revistas como Marie-Claire se adaptaron a las circunstancias y tardaron poco en poner de moda los grises y los azules de los uniformes militares, y a recomendar cuál era la ropa más adecuada para los refugios antiaéreos, o cómo se tenían que llevar las máscaras antigás. Durante el éxodo de mayo y junio de 1940, las páginas femeninas de algunos periódicos también recomendaban qué meter en las maletas: básicamente ropa cómoda y zapatos planos(...) En los primeros desfiles de alta costura tras la ocupación, en octubre de 1940, en un intento por conservar a sus clientes más ricos y los que estaban en contacto con el mundo del espectáculo, la industria intentó presentar ropa adecuada para tomar el último metro después de haber asistido a la ópera.
(...) aunque los diseñadores tampoco olvidaban a las parisiennes trabajadoras. La bicicleta, por ejemplo, era la forma más práctica y cómoda de moverse por la ciudad y, si bien a algunas chicas más jóvenes ya les gustaba vestir con faldas cortas, las mujeres más modestas podían elegir entre una gran variedad de jupes-culottes, o faldas partidas. La importancia de hacer que la gente se volviera a mirar a las chicas que iban en bicicleta por los Campos Elíseos quedó patente en un desfile de moda de 1941 en el que los diseños nominados en tres categorías, Élégance pratique, Élégance sportive y Élégance parisienne, correspondieron a ropa de ciclismo.
(...) La escasez impuso también otros cambios. Las suelas de zapato de madera reemplazaron a las de cuero, lo que hizo que las mujeres crecieran de repente dos o tres centímetros e hizo aparecer todo tipo de nuevos diseños de tacones y cintas de tela de colores para disimular la madera. El tableteo de los zapatos en las aceras incluso inspiró a Chevalier a escribir una serenata a las suelas de madera, La symphonie des semelles de bois. Además, como era casi imposible encontrar medias de seda, algunas mujeres fingían llevarlas aplicándose una loción especial de Elizabeth Arden en las pantorrillas, y otras, para que pareciera aún más real, incluso se pintaban una raya vertical en la parte de atrás de las piernas.
(...) Las revistas femeninas estaban llenas de artículos que proponían métodos para superar las restricciones y los racionamientos, dando un nuevo aspecto a la ropa vieja, convirtiendo una manta en un abrigo de niño o transformando un pantalón de hombre en un traje de invierno.
(...) Asimismo, la escasez creciente de tejidos tradicionales (no sólo de lana y seda, sino también de terciopelo, satén y encaje) hizo que los diseñadores comenzaran a experimentar con fibras artificiales, sobre todo rayón y fibrán, que se podían extraer de la celulosa. De hecho, mucho antes que se supiera que los nazis aprovechaban el pelo de las víctimas de sus campos de exterminio, los franceses intentaron conseguir una tela hecha a base de pelo y fibrán.
(...) Pero seguramente la forma más fácil (y barata) de llamar la atención para una mujer era ponerse un sombrero llamativo. Las fotografías de André Zucca realizó en el centro de París sugieren que el negro y el rojo eran los colores preferidos. De hecho, ya fueran diseños profesionales o hechos en casa, los sombreros (de todos los colores, tamaños e inclinaciones) se convirtieron en el emblema de la ocupación y en la principal muestra de la imaginación artesanal francesa: había sombreros de celuloide, de chapa de madera y de papel de periódico. El Hippodrome de Longchamp y el Hippodrome de Auteuil, los dos en el Bois de Boulogne, se convirtieron en una pasarela de sombreros espectaculares.
(...) Los diarios colaboracionistas no dejaban pasar la ocasión de fotografiar los diseños más inventivos como una demostración de la alegría de los parisinos (...) El mensaje implícito era que la vida no podía haber cambiado tanto si los parisinos todavía podían pasarse la tarde en las carreras de caballos. Evidentemente, esos mismos periódicos no hacían ni caso a los problemas de la mayoría de parisinos para no pasar frío ni hambre."
Y siguió la fiesta
Alan Riding
Ed. Galaxia Gutemberg
Todas las fotografías son de André Zucca (1897-1973), controvertido fotógrafo de origen piamontés que trabajando para el periódico Signal, órgano de propaganda alemana, presentaba de forma positiva la ocupación nazi de París.